domingo, 19 de diciembre de 2010

FILA 2 ASIENTO 8 EN L'INFORMADOR 18-12-2010



¿A qué puntos clave de nuestra sensibilidad deben apelar los contenidos y situaciones de una película para crearnos un estado de angustia vital al salir de la sala de cine? La respuesta la encontramos en Biutiful, el último film dirigido por el mexicano Alejandro González Iñárritu.
Es mucho más cómodo salir del cine con una sensación placentera provocada por un largometraje que apenas nos ha permitido reflexionar sobre problemas cotidianos, porque se ha limitado ha presentarnos situaciones idílicas y conflictos insignificantes. Últimamente,  este es el cine que predomina y el que ocupa las salas más grandes, reservando (si tenemos suerte) las más pequeñas y dedicando menos frecuencia horaria a las películas con un contenido denso que requieren una participación activa del espectador.
Películas como Biutiful, no suelen llamar la atención de los espectadores a pesar de su nominación como mejor película extranjera en los Globos de oro (antesala de los Óscar) o del reconocimiento otorgado al protagonista, Javier Bardem, por su interpretación, en el pasado Festival de Cannes.
No cabe duda de que el cine es una forma de entretenimiento y como tal ha de cumplir su función lúdica, pero no podemos olvidar su faceta de crítica social, reivindicación y plagio de la realidad, que a veces necesita de la compasión, la soledad, la incertidumbre y la ansiedad para manifestarse y hacer llegar a los espectadores el mensaje áspero pero verídico que, como en el caso de Biutiful , se esconde tras una encantadora sucesión de planos, un rostro imponente, una fotografía envolvente y unas localizaciones limitadas.





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